Semblanza
a la casa de los Tomkimson
En Malli I, Andalgalá, se encuentra dos construcciones
históricas de gran valor: La casa de los Tomkinson y la bodega de Samuel Lafone
Quevedo. Hoy solamente son vestigios que nos cuentan historias o, por los menos,
nos ayudan a imaginar de cómo fue la vida a finales siglo XIX y al comienzo del
siglo XX.
La casona de los Tomkismon es una construcción
de modelo colonial, con muros espesos, habitaciones amplias, construidos sobre
una sola planta, y techo alto. El living, hoy destechado, posee una chimenea
hollinada que pareció ser el lugar donde la familia convocaba a sus amistades a
reunirse. Estar allí, imaginándose el pasado, es como contemplar una pintura de
Pierre Reonir, o de algún pintor impresionista. Se puede apreciar, como si se
tratara de objetos fantasmagórico, a unos mesones y sillones de algarrobo cubiertos
por tapices y alfombras indígenas. Las paredes conservan las estelas de los cuadros
de algún pintor desconocido de Europa o de la patria grande. Seguramente, allí,
las bibliotecas poseían libros lujosos de tapas duras o de cuero, las hojas,
perfumadas, escritas con letras cursivas, y, quizás, algunos manuscritos
originales. Posiblemente había allí algunos tomos de libros de Lafontaine,
Isopo, Platón o Schopenhauer, material bibliográfico que la familia o allegados
los utilizaban para la lectura de formación o de goce. ¿Qué habrá habido
realmente en esa casa que una vez fue lujo y hoy solamente son escombros?
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Casona de los Tomkinson (imagen arriba- exterior. imagen abajo- interior) Archivo Andalgalá noticia |
Siguiendo por el camino arenoso y a pocos
metros de la antigua casona se encuentra los restos de la bodega de Samuel
Lafone Quevedo. De aquella queda solamente una pared que da a la calle. Ella
posee dos inscripciones: las siglas de quien fue el propietario “SALQ”; y una
fecha: “1888”. El bodegón parece que
estuvo rodeado por un campo verde, a veces seco y grisáceo, lleno de algarrobos
vitalizados por el sol, unas acequias enverdecidas por el musgo donde el agua
corre hasta llegar a las hortalizas y viñedos; y, sobre todo, con una mirada al
imponente al condado de Aconquija.
Si uno recorriera ese camino arenoso y se
detuviera a observar las sombras colándose entremedio de la arboleda y las
paredes de aquellas antiguas construcciones, se puede percibir, imaginariamente,
el aroma de los vinos añejos y el olor a carpintería, u oírse el ruido de la
herrería o los pasos de quienes que se dedicaban a las curtiembres, a las
tejedurías, entre otros oficios.
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Bodega de Samuel Lafone Quevedo (Archivo Secretaria de Cultura de Andalgalá) |
Entre la casona y la bodega, seguramente, los
Tómkinson con Samuel Lafone Quevedo y Ricardo Quevedo Blamey Lafone conversaban
sobre música clásica o interpretaban a compositores como Haydn, Gounod, Mendelssohn,
Haendel, Boccherini, Verdi, Schubert, o Straus.
Probablemente esos encuentros en medio de un paisaje fascinante inspiraron
al embajador y compositor Blamey a componer obras como “Escenas de Catamarca”, o
“Andalgalá”; esta última, vale comentar, se escuchó por primera vez en Londres
en 1932, fue dirigida por Sir Henry Pitt, transmitido por la BBC a Argentina
varias veces, y se presentó en muchas ciudades alemanas antes de la guerra
mundial.
Caminar por esa estampa, donde un camino
viejo, arenoso, despoblado, ambientado
por el canto de los pájaros que musicalizan el momento sublime en que el sol se
esconde detrás de las montañas grisáceas, azuladas o verdosas, dependiendo como
el aire las pinte, es sentirse dentro de una pintura naturalista. Estar en
medio de estas construcciones que esconden entre sus escombros y recovecos
fragmentos de la historia, nos ayudan a recrear el pasado o, al menos,
imaginarlo.
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