miércoles, 27 de febrero de 2019


Siestas pueblerinas de otoño

En la memoria
algunos recuerdos danzan
como el diablo de los viejos
en los cerros,
sin penas hechas humo,
y alegría alumbrante
de los álamos.

Las siestas
se humedecen en los ríos,
jugando con piedras insoladas,
disfrutando el canto de los coyuyos,
para acompañar a las lagartijas
a traficar alegrías.

Los viejos cantan canciones
desbordadas en el vino morado
enredándose en los gajos
del palo santo de la vida.

La changada canta con una caja
al igual que los duendes
en las noches carnavalescas
de las salamancas.

Jovencillos se alegran con las cholas
que coquetean con perfume de víbora
y la chicha ayuda a enamorar
engualichando en alcohol.

Los jornaleros guitarrean
después de un encuentro
con asados y vinos.

El hornero constructor
descansa de las jornadas semanales
humedeciendo la vida
con música de aguas frescas.

La  corteza húmeda del tronco
indica las horas de las siestas
regocijadas en su pecho celestial.





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